Nada de los hombrecitos encorvados por el peso que llevan en la espalda que pintaría Benito Quinquela Martín como formas oscuras en medio de tonos de fuego. Este es un cuadro austero. Hay una ventana abierta, algo del Riachuelo, un puente, una banqueta. Ocres y grises fríos. Cierta quietud, tensa, adentro y afuera. “Lo central es ese paisaje entrando por la ventana, ya que marca el límite entre el espacio doméstico y el mundo interior del artista y la vida del puerto”, cuenta Víctor Fernández, director del Museo de Bellas Artes Benito Quinquela Martín de La Boca.
Se trata de la pintura “Desde mi estudio”, del maestro Fortunato Lacámera (1887-1951), una de las piezas que Fernández -también pintor y vecino de La Boca- eligió, a pedido de Clarín, para dar una vuelta virtual por el barrio en medio de la cuarentena por la pandemia del coronavirus.
El estudio que muestra la obra de Lacámera estaba ubicado en la antigua mansión de los Cichero, referentes de industria naval, ubicada en las actuales Pedro de Mendoza y Quinquela. “La terminaron en 1868 y fue una de las primeras boquenses de dos pisos y entrada para carruajes”, recuerda Fernández. A comienzos del XX, esa familia se mudó y el lugar se convirtió en una suerte de inquilinato para pintores, donde tuvo su atelier Quinquela y donde Miguel Victorica (1884-1955) vivió desde 1922 hasta su muerte. Lacámera llegaría en los años 30.
La casa de los Cichero fue demolida en los años 70. Hoy el terreno es parte del espacio de arte contemporáneo Proa 21, de la Fundación Proa. Queda su historia y quedan maravillas como el cuadro de Lacámera que la convocan. “Ahí nació el Grupo de artistas Bermellón, pionero en La Boca”, apunta Fernández. Y quedan anécdotas: “Quinquela cuenta que Victorica, de un carácter muy difícil y alcohólico, tenía brotes en los que quería matar a Lacámera, uno de los tipos más buenos del mundo. Entonces, Quinquela intermediada y lograba postergar el ‘homicidio’ por un día. Ya sobrio, Victorica lo olvidaba”, agrega Fernández.
Una acuarela de Lola Frexas recuerda, liviana como un recuerdo bello, la carbonería que Quinquela le compró a los padres en la década de 1920, cuando volvió con plata de una muestra en España, e hizo realidad el sueño del negocio propio. Y “El último mateo”, de Luis Scartascini, recuerda a Caminito antes de Caminito. A “la Curva”, como se llamó al lugar por la forma del tramo del ferrocarril de Ensenada que llegó en 1865 para transportar cargas entre la estación Brown (hoy Garibaldi y Olavarría) y el muelle junto al Riachuelo. Lo cerraron en 1928. En 1954, cuando quitaron los rieles, estaba por convertirse en un basural. Y Quinquela y vecinos lo transformaron en ese museo de arte popular a cielo abierto que se ubicó entre los 10 lugares del mundo más fotografiados, según Google Maps.
Así todas las obras, comentadas por Víctor Fernández, invitan a recorrer La Boca, sus creadores y algunos sueños de los que ambos están hechos. Sus mejores artes.
Los 7 elegidos:
1) “Desde mi estudio”. Pintado por Fortunato Lacámera (1887-1951) cerca de 1937, este óleo sobre arpillera es una obra insignia de colección del Museo de Bellas Artes Quinquela Martín, por la figura de Lacámera y porque muestra la representación del espacio interior siempre contacto con exterior y la luz del pasaje boquense.
Atención. “Tiene detalles interesantísimos, como la perspectiva hacia la Vuelta de Rocha y el paisaje que se refleja en el vidrio, el río y parte de avenida Pedro de Mendoza”, apunta además Víctor Fernández.
2) “Caminito”. Samuel Mallo López (1905-sin fecha) pintó este óleo sobre tela de 70 por 80 centímetros, cuya fecha precisa no se conoce. Sí se sabe, apunta Víctor Fernández, que lo creó desde las terrazas del Museo de Bellas Artes Quinquela Martín: no hay otra forma de conseguir esa perspectiva. “Y se ve que el color está puesto donde lo había puesto Quinquela”, sumó el experto.
3) “Puente de Barracas”. Lo pintó Quinquela cerca de 1956. “Es uno de los resúmenes más acabados de producción de Quinquela, por la fusión de elementos de realidad, como el viejo Puente Pueyrredón y parte del entorno, y otros inventados. Las chimeneas y rascacielos sólo existieron en la imaginación de Quinquela. Hoy mismo se ve por ahí atrás algo de vegetación y alguna construcción. Pero Quinquela creaba una representación utópica de un barrio que imaginaba habiendo ya progresado, con elementos realistas para no olvidar dónde estaba”, dice Víctor Fernández. El director del Museo agrega: “En esa especie de torreón de la derecha, parte de sala de máquinas del Puente, del lado de la Ciudad de Buenos Aires, tuvo su taller el escultor Julio César Vergottini”.
4) “El último mateo”. “Este un tema de varias obras que están en el Museo de Bellas Artes Quinquela Martín. Hay dos con igual título, como ejercicios de nostalgia, y existen también tangos sobre el carro que desaparece con el progreso”, apunta el director de la institución, Víctor Fernández. “Constituye además una postal de Magallanes y las vías que corren por Garibaldi, las del antiguo Ferrocarril de La Boca-La Ensenada, que llegó en 1865 e impulsó a la zona”, cuenta. De Caminito antes de Caminito. Su autor es Luis Scartascini (1902-1985). Se trata de un óleo sobre aglomerado, de 50 por 60 centímetros, que pintó en 1979.
5) “Lanchones”. Hugo Irureta (1928-2015) los pintó al óleo en 1982 y es una de las piezas más recientes de la colección del Museo de Bellas Artes Quinquela Martín. “Irureta fue un enorme artista boquense, de producción variada, que en las décadas de 1970 y 1980 se centró en el barrio. Venía con planteos cercanos al informalismo (con su “reconciliación” entre figuración y abstracción) y geometrizantes, y era un enamorado del legado de Victorica. En esta pintura conviven lo técnico, lo sensible y cierta espontaneidad”, señala Víctor Fernández. “Es un ejemplo del arte de La Boca en clave más actual, con búsquedas pictóricas cercanas a nuestro tiempo”.
6) “La carbonería”. Es la carbonería de la calle Magallanes 887: la casa que Quinquela le compra a sus padres en 1923 cuando vuelve de exposición exitosa en España, con la que consigue que el negocio familiar fuera, al fin, propio. Víctor Fernández señala esto y agrega: “Quinquela la llamaba ‘mi casa de España’ y la gente pensaba que tenían casa allá, pero era la plata para adquirirla lo que había traído”.
La autora de esta acuarela es Lola Frexas (1924-2011) y la creó en 1977. “Lola misma era parte de una postal de la Ciudad de Buenos Aires. Pintaba grandes acuarelas al aire libre. Siempre andaba con su valija y sus herramientas. Trabajadora constante, se la podía ver en barrios distantes incluso en un mismo día”, apunta Fernández.
7) “Lluvia”. “Típica callecita boquense que muestra las búsquedas de atmósferas del artista y sus trabajos de estilos impresionistas y post “, dice Víctor Fernández. Se trata de un óleo que Armando Ronchetti (1901-1989), sin fecha de creación precisa. “Ronchetti era muy querido en el barrio. Había sido músico y luthier, y hasta se hizo hasta la valija para las herramientas de pintar. Era infaltable, cada fin de semana, de traje, corbata, sombrerito, buscando las variantes de luz según horas y estaciones del año. A los cuadros de este tipo los llamaba los grises. Una curiosidad: también Quinquela cuando agrupa las obras usa las categorías, entre ellas, fuego, barcos, días luminosos y días grises”, cierra el especialista.
FUENTE: Judith Savloff – clarin.com