Cuatro estacionados sobre Urquiza e Hipólito Yrigoyen; dos en La Rioja y Catamarca; otros cuatro sobre Misiones, y un par más sobre Alsina. Los vecinos de Balvanera sacan cuentas: estiman que reciben cerca de 70 micros y 3.500 visitantes diarios por tours de compras a la zona de Once, provenientes de distintas provincias del país. Y afirman que “el barrio se volvió una terminal a cielo abierto”, a veinte cuadras de la sede central de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT).
Muchos de esos ómnibus llegan de madrugada y se quedan, estacionados sobre las mismas calles, hasta las seis o siete de la tarde, cuando los pasajeros regresan con bultos de mercadería que revenderán en sus ciudades.
Los vecinos denuncian que la escena es común, que ya forman parte del paisaje: llegar a sus casas y encontrarse con 50 personas (por cada micro) sentadas sobre la vereda. Que comen, toman mate, les cambian los pañales a los bebésy hacen sus necesidades, generando suciedad, hasta que el micro abra su puerta, suban y el chofer ponga primera.
En esas mismas esquinas, hay personas ofreciendo pasajes en la vía pública. “Media hora antes de partir ya ponen los micros en marcha”, dice Lidia María Agati, vecina y especialista en transporte. “Sufrimos contaminación sonora y ambiental. Es urgente armar una mesa de diálogo entre comerciantes, empresas de transporte, vecinos y la Policía. Para nosotros, es una problemática y para los pasajeros, también: hacen un trabajo infrahumano”.
A esos setenta micros de larga distancia hay que sumarles el contexto de los coches de unas 50 líneas de colectivos que recorren la zona durante las 24 horas. “Somos un barrio de 30 mil habitantes que en total recibe no menos de 60 mil personas diarias”, agrega Agati.
Muchos de los hoteles familiares del barrio les cobran a los viajeros por el acceso a los baños y el cuidado de las pertenencias que traen.
La Agrupación Vecinos en Acción Balvanera lleva más de diez años denunciando el tema. Leo Dattoli, uno de los miembros que recibe a Clarín, cuenta que vecinos les tiraron macetazos a los micros. “Acá el tema es la ausencia del Estado. La zona está descontrolada”, afirma.
Y ellos, como vecinos, dicen que llaman a la CNRT y pasan las patentes de los micros. Piden inspectores de Tránsito a la Ciudad y la respuesta que reciben es: “No contamos con vehículos que nos permitan llevarnos un micro”. También reclaman en cada reunión del jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, con vecinos. Lo mismo hicieron con Mauricio Macri, Aníbal Ibarra y Jorge Telerman. Pero la problemática continúa.
Desde la CNRT dijeron a Clarín que realizan “controles permanentes y aleatorios en la zona de Once, y que se han detectado micros ilegales. Hay equipos de fiscalización que recorren puntos estratégicos de todo el país.
En marzo, el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad informó que analiza abrir una nueva terminal de micros. El ministro Eduardo Macchiavelli agregó, en una reunión con vecinos, que ya tienen vistos tres depósitos.
“A veces pasa que los micros estacionan cerca de las esquinas”, cuenta Jorge, que lleva 22 años en el barrio, sobre Urquiza. “Los colectivos de línea no pueden doblar, no les da. Tienen que doblar un metro antes y las cubiertas de un lado suben a la vereda. Ya rompieron varias”. Corta el relato para mostrar con fotos lo que dice. A Jorge le pasó de estacionar su auto y, a los segundos, tener policías diciéndole que está prohibido estacionar allí. Él preguntó si a los choferes de los micros los informan sobre lo mismo. Dice que muchas veces los ve hablando con los policías como si fueran amigos.
“Hasta hicimos análisis sonoros”, retoma Jorge, indignado. “Mientras en cualquier hogar alcanzan los 45 decibeles en hora pico, a nosotros nos dio 85 decibeles. Para escuchar el televisor tenemos que poner el volumen en 45. Los micros estacionan sobre una vereda y los automovilistas sólo pueden pasar por un carril. Sumale los cortes por obras. Todo eso genera bocinazos durante todo el día. No sé cómo hará un psicólogo o un médico que atienda en su casa y necesite concentrarse. Tendrán algún sótano, no sé… El barrio es un caos y es como que uno se termina acostumbrando a vivir así. Y no es así”.
Gustavo Gaona es el vocero de la Cámara de Empresas de Micros de Larga Distancia (CELADI). Cuenta que las denuncias del sector llevan más de diez años y que los pasajes cuestan un 40{85a194220a6f266c1dcbe2543ff9c92416dafb994710ce8988807bdc6e23f4c8} menos que lo establecido por el Estado. “Son micros con permiso de ‘turismo’. Es decir, que podrían ser contratados por una agencia de turismo pero no pueden vender pasajes ni, mucho menos, hacer viajes con frecuencias diarias o brindar el servicio de encomiendas”.
“No hay control de descanso para los choferes”, agrega Gaona. “Tampoco les hacen verificaciones técnicas como sí ocurre en las terminales de ómnibus. La verdad es que los pasajeros dependen de la buena suerte. La CNRT nos dice que van a inspeccionar, pero sólo los multan por cuestiones técnicas. Continúan circulando como si nada”.
Por último, Jorge, el vecino de la calle Urquiza, cuenta algo que le comentó un grupo de pasajeros, una tarde que los cruzó en un supermercado chino: “Dicen que en todos los viajes el chofer pide hacer una vaquita para ‘pagar una colaboración’ en los eventuales controles”.
Otra problemática, consecuencia del asunto, son los robos. Los ladrones de la zona saben que los pasajeros bajan con efectivo y que pueden invertir una suma importante en cada viaje. Pero esa es otra historia, que demuestra que los vecinos no son las únicas víctimas.
Qué dicen desde el Ministerio de Transporte
La CNRT realiza fiscalizaciones permanentes y aleatorios en la zona de Once. El organismo cuenta con equipos tácticos de fiscalización que recorren diferentes puntos estratégicos de la Argentina con el objetivo de retener vehículos que realizan servicios de turismo en forma ilegal.
Al momento de la fiscalización, se exige la documentación y el “Contrato del Servicio”, donde se indica el origen y destino por el cual va a viajar el contingente.
FUENTE: clarin.com