Mientras la transformación de la villa 31 avanza a paso firme hacia una mayor urbanización e integración con el resto de la ciudad, algunos de los proyectos que eran parte de ese plan van quedando en el camino. Es el caso de una propuesta que prometía convertir un desvencijado galpón utilizado por una empresa de transporte como cocheras de ómnibus en un mercado gastronómico que, antes de nacer, fue comparado con los mejores sitios del mundo por la calidad de los productos que allí se podrían haber comercializado.
La Boquería de la Villa 31, una analogía con el mercado de Barcelona, en España, como se había conocido al proyecto, fue descartado por la imposibilidad de cerrar los acuerdos necesarios para avanzar en la licitación de proveedores y los concursos necesarios. También comparado con el Borough Market de Londres, en Gran Bretaña, el espacio de 3500 metros cuadrados de locales de productos y dos patios de comida, distribuidos en dos plantas debería haber quedado inaugurado en marzo de 2019. Pero a la fecha solo se realizaron intervenciones menores e insuficientes para la instalación de un mercado gastronómico.
El galpón, ubicado en la esquina de las calles Carlos Perette y Rodolfo Walsh, que funcionaba como estacionamiento y taller de colectivos de una empresa de transporte de larga distancia, podría haber concentrado toda la diversidad gastronómica que ofrece hoy la 31, con platos de origen argentino, paraguayo, boliviano, peruano y uruguayo, principalmente. El 40% de los espacios iba a destinarse a los comerciantes de la zona que debían presentar un proyecto y atravesar un proceso de selección para obtener uno de los puestos.
¿Cuál será el destino de ese lugar? Seguirá ligado a la gastronomía, pero con otro concepto. Según pudo saber LA NACION el Gobierno porteño planea acondicionar el predio e instalar una feria de food trucks, con una inversión menor a la que demandaría el mercado y que nunca pudo concretarse a través de BA Capital Gastronómica.
“No vamos a arriesgar una inversión muy grande porque no sabemos que podría pasar con el predio que es de Nación y la Ciudad lo debería concesionar. Por ahora podemos avanzar con este nuevo plan, pero no tenemos certeza si en algún momento la Nación reclamará el lugar”, admiten en el gobierno.
La cancelación de La Boquería de la Villa 31 causó malestar dentro del Gobierno porteño y un cruce de acusaciones entre diferentes áreas por no haber logrado realizar los llamados a licitación desde agosto de 2018, cuando comenzó la obra de puesta en valor del galpón. El fastidio tiene una razón: la posibilidad perdida de integrar, a través de la gastronomía, a la villa con el resto de la ciudad. Los impulsores de este proyecto aseguraban que el mercado podía funcionar como un imán para atraer al resto de los porteños y así romper las barreras culturales que aún impiden la integración completa.
En el frustrado mercado se pensaba comercializar productos frescos con 12 los locales destinados a los emprendedores de la zona de los rubros carnicería, verdulería, restaurante, bazar, panadería, fiambrería, granja, almacén, repostería artística y herboristería. El financiamiento iba a surgir de los ingresos por el canon que se cobraría a los comerciantes y la administración correría a cuenta de una asociación cooperadora conformada por los permisionarios.
Para los residentes en la Villa 31 surgía también la posibilidad de generar un espacio para capacitarse ya que se habían prometido dictar talleres de oficios, instalar un aula cocina y otros dos espacios para clases. Además, en el exestacionamiento de colectivos se proyectaba instalar un espacio con un horno comunitario para la elaboración de alimentos y charlas, clases y prácticas gastronómicas.
El presupuesto previsto en 2018 era de 46 millones de pesos y la inversión corría a cuenta de la administración porteña. El Gobierno también iba a asumir parte de los gastos mensuales de los comerciantes. Se preveía que el primer año los emprendedores pagarían el 10% y el Estado, el 90% del canon, mientras que el segundo sería del 25% y 75%, respectivamente. Luego, el tercer año, el 50% y 50%; 75% y 25% el cuarto año y recién en el quinto año el comerciante pagaría la totalidad del canon.
Autopista Illia
La suspensión del mercado gastronómico no es el primer proyecto de magnitud que queda cancelado en torno a la villa 31. El año pasado, antes de que la pandemia de coronavirus obligara a reconfigurar el presupuesto, el Gobierno confirmó la suspensión del corrimiento de un tramo de la autopista Illia, la que atraviesa el macizo de viviendas y las vías del ferrocarril, al igual que la creación de un parque en altura sobre la estructura de hormigón que sería reemplazada.
Cuatro años y medio después del lanzamiento del proyecto, los pilotes que iban a sostener el nuevo tramo de la autopista pueden observarse al pasar la estación de peaje rumbo al centro de la ciudad. Allí quedarán por largo tiempo hasta que se retome el proyecto; o quizá serán parte de las estructuras porteñas sin uso porque ya no es una prioridad del Gobierno ni lo será en los próximos años.
Los ideólogos del high line porteño se habían inspirado en el parque en altura de ciudades como New York. La obra, que estaba a cargo de la unión transitoria de empresas (UTE) conformada por las empresas Rovella Carranza, Supercemento y Panedile, tuvo un contrato inicial del $1700 millones, el financiamiento otorgado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la gestión de Autopistas Urbanas (AUSA). La obra se detuvo con un 30% de avance y sin certezas de cuánto dinero se había invertido.
Cuando se detuvo, la obra tenía un grado de avance del 30%. No hay una certeza de cuánto dinero se invirtió hasta aquí y en el portal BA Obras, que contiene la información de todos los proyectos en marcha en la ciudad, no se puede acceder al detalle del proyecto. La licitación sigue en pausa.
FUENTE: Mauricio Giambartolomei – www.lanacion.com.ar